Durante 2020 estos medicamentos fueron parte de los más consumidos por los chilenos. Sin embargo, su abuso podría suponer un incremento de hasta el 50% en las posibilidades de sufrir un infarto.
Los antiinflamatorios son un grupo de medicamentos de uso frecuente en nuestro país y con un acceso facilitado ya que su venta no exige receta médica. Gracias a sus propiedades analgésicas, se utilizan para aliviar una amplia gama de dolencias que van desde situaciones cotidianas como un dolor de cabeza, muscular o menstrual, hasta ser parte de tratamientos para patologías como las reumatológicas. No obstante, y a pesar de sus beneficios, el abuso en su consumo puede generar serias complicaciones cardiacas.
Así lo señala la Clínica Mayo, sosteniendo que altas dosis de antiinflamatorios no esteroideos (AINES), entre los que destacan el ibuprofeno, ketorolaco, diclofenaco y ketoprofeno, aumentan el riesgo de sufrir infartos al miocardio, accidente cerebrovasculares, muerte súbita, alta presión arterial y hasta insuficiencia renal, aún cuando no se tengan antecedentes previos de patologías asociadas. Por supuesto, este riesgo aumenta si consideramos a pacientes con enfermedades crónicas como la hipertensión, que en Chile alcanza a casi cuatro millones de personas según la última Encuesta Nacional de Salud (ENS).
De hecho, un estudio observacional realizado en el en Hospital Universitario de Aarhus de Dinamarca confirma que el uso del ibuprofeno en dosis no adecuadas supondría un incremento del 31% en las posibilidades de sufrir problemas cardiacos, lo que se incrementa a un 50% en el caso del uso indiscriminado del diclofenaco.
Para Paula Molina, químico farmacéutico de Farmacias Ahumada, es importante visibilizar estos riesgos. «Nadie duda que el buen funcionamiento del corazón en fundamental para el ser humano y así como cualquier órgano, es susceptible a los efectos secundarios de fármacos que utilizamos para aliviar o sanar otro tipo de patologías. El consumo irresponsable de ciertos fármacos puede generar efectos adversos peligrosos y hasta fatales, como en el caso de los antiinflamatorios no esteroideos (AINES)», recalca.
De igual manera, añade que por esta razón y desde el año 2005, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) solicitó a los fabricantes de este grupo de fármacos utilizar advertencias de estos riesgos. «Hay una baja percepción del peligro. Los medicamentos son sustancias químicas y –como otras- pueden representar un problema para la salud si se consumen sin conocimientos o de forma irracional», destaca.
A fines de 2020, el Instituto de Salud Pública (ISP) dio a conocer los medicamentos más consumidos en el país durante los primeros meses de la pandemia. El 70% de ellos corresponden a antiinflamatorios y analgésicos, siendo el ketorolaco y el ibuprofeno los primeros de este grupo que aparecen en la lista, con casi 3.5 millones de unidades vendidas en sólo cinco meses.
Considerando que estos fármacos son parte de los medicamentos de venta libre, que alcanzan el 15% del mercado de acuerdo al Centro de Información Toxicológica de la Universidad Católica (CITUC), la farmacéutica es enfática en la necesidad de educar y concientizar a la población para que «no ignoren los efectos secundarios de medicamentos considerados, generalmente, inocuos como los antiinflamatorios o los analgésicos».
Por último, Molina recalca que es de vital importancia consultar siempre con un especialista antes de la ingesta de cualquier tipo de fármaco, no sólo por los efectos adversos que éstos puedan conllevar, sino que también se podría estar gestando un problema mayor en silencio. «En Chile las personas suelen tratar los síntomas, pero no las enfermedades. Si les duele algo, toman un medicamento para el malestar pero no buscan la causa de la dolencia. Esto es grave ya que sin un diagnóstico médico oportuno, se podrían mantener ocultas enfermedades graves sin detección (como el cáncer) hasta cuando se encuentre en etapas avanzadas», finalizó.